El camino serpentea tranquilo
cercado por negras tierras
salpicadas de olivos,
viñas e higueras.
Como siempre corriendo
El tiempo un dia pasó
y con acierto pensó
mejor pasar de largo
que hacerse cargo.
De vez en vez
un hombre camina la senda
cargando en su asno
sudor, esfuerzo e ilusiones.
De tanto en tanto,
un hompre espera sentado
a que crezca la oliva,
que madure el higo,
que germine la uva
o que nazca el cabrito.
El aire,
cálido, cansino y pesado
permite hablar a los olivos,
a las higueras
son susurros de suave alivio.
Y mientras se reseca la tierra
la constante letania
de canciones bereberes
nos invita a cerrar los ojos
y a dejarnos invadir
por los ritmos ancestrales.
Un pueblo blanco
arrugado sobre la montaña
se descubre en el camino
y como una fuente
de donde mana su sangre
brota el movimiento,
resurgen las personas
se avivan las sensaciones
y se rompe el transcurrir sereno.
El dia termina
el sol, decide descansar
y con la luna de anfitriona
la vida,
comienza a volar
cercado por negras tierras
salpicadas de olivos,
viñas e higueras.
Como siempre corriendo
El tiempo un dia pasó
y con acierto pensó
mejor pasar de largo
que hacerse cargo.
De vez en vez
un hombre camina la senda
cargando en su asno
sudor, esfuerzo e ilusiones.
De tanto en tanto,
un hompre espera sentado
a que crezca la oliva,
que madure el higo,
que germine la uva
o que nazca el cabrito.
El aire,
cálido, cansino y pesado
permite hablar a los olivos,
a las higueras
son susurros de suave alivio.
Y mientras se reseca la tierra
la constante letania
de canciones bereberes
nos invita a cerrar los ojos
y a dejarnos invadir
por los ritmos ancestrales.
Un pueblo blanco
arrugado sobre la montaña
se descubre en el camino
y como una fuente
de donde mana su sangre
brota el movimiento,
resurgen las personas
se avivan las sensaciones
y se rompe el transcurrir sereno.
El dia termina
el sol, decide descansar
y con la luna de anfitriona
la vida,
comienza a volar