jueves, 26 de agosto de 2010

18-08-2010 Moulay Idriss Zerhoun

El camino serpentea tranquilo
cercado por negras tierras
salpicadas de olivos,
viñas e higueras.

Como siempre corriendo
El tiempo un dia pasó
y con acierto pensó
mejor pasar de largo
que hacerse cargo.

De vez en vez
un hombre camina la senda
cargando en su asno
sudor, esfuerzo e ilusiones.

De tanto en tanto,
un hompre espera sentado
a que crezca la oliva,
que madure el higo,
que germine la uva
o que nazca el cabrito.

El aire,
cálido, cansino y pesado
permite hablar a los olivos,
a las higueras
son susurros de suave alivio.

Y mientras se reseca la tierra
la constante letania
de canciones bereberes
nos invita a cerrar los ojos
y a dejarnos invadir
por los ritmos ancestrales.

Un pueblo blanco
arrugado sobre la montaña
se descubre en el camino
y como una fuente
de donde mana su sangre
brota el movimiento,
resurgen las personas
se avivan las sensaciones
y se rompe el transcurrir sereno.

El dia termina
el sol, decide descansar
y con la luna de anfitriona
la vida,
comienza a volar

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